20111126

Apreté la mejilla contra la pared fría.

-¿Cómo te sientes?

-Veamos... tengo los pies helados y una canción atragantada -hizo una pausa-. ¿Y tú?

-Me siento de colores.

-¿De colores?

Su voz sonaba a risa.

-Ajá.

-¿De todos?

Yo me dibujaba círculos en la pierna con el dedo. Me detuve.

-No. No me siento muy verde, la verdad.

-El verde es el color de la esperanza, o eso dicen.

-Tampoco siento esperanza -ladeé la cabeza-, así que supongo que tienen razón.

-De todas formas, la esperanza no es buena -lo dijo bajito.

-¿Y eso, señor Filósofo?

-De ella se sobrevive, pero no se vive.

-Ya. Y vivir no es sobrevivir. Lo sé.

-¿Tú qué haces?

Lo pensé.

-Yo intento vivir. Me parece.

-No lo intentes. Hazlo.

Suspiré.

-No es tan fácil, ¿sabes?

-Espera -dijo, y le oí levantarse. A los pocos segundos entró de un salto por mi ventana.

-¿Qué demonios haces? -pregunté entrecerrando los ojos.

-Esto no lo puedo hacer con una pared en medio -murmuró, se acercó a mí y me abrazó. A continuación me besó en el cuello, una vez, dos. Yo me moría.

-No lo intentes. Hazlo.

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