20120905

Before you I serve nothing


Primero se oyó un portazo y luego los pasos de alguien que bajaba la escalera a toda prisa, desesperadamente, huyendo. El chico alzó la cabeza, con un destello de curiosidad en su mirada normalmente apática. Se quedó allí plantado, con las cartas que acababa de recoger del buzón en una mano, la otra agarrando la barandilla.

De pronto apareció un torbellino de ropa en el primer rellano. Era una chica; estaba hecha un desastre. Tenía los ojos empañados y la cara húmeda, y los mechones de pelo anaranjado se le pegaban a las mejillas. Su vestido era enorme, tanto que tenía que agarrárselo con las manos por la parte delantera para no tropezar. Esto permitió al chico vislumbrar sus medias negras y sus piernas curvadas y femeninas. Este se sonrojó, apartando la vista. Se dio cuenta de que apretaba la barandilla con tanta fuerza que los nudillos se le habían puesto blancos. Se sentía más que incómodo ante aquella presencia tan arrolladora, y se preguntó por qué se habría parado aquella chica justo delante de él. 
También se preguntó de dónde habría salido, y si no le importaba que un extraño viera sus medias negras.

La miró a la cara, expectante. Sus ojos eran preciosos. Conocidos, de alguna forma. Tenía el ceño fruncido, y el chico se sobresaltó, porque su mirada destilaba una tristeza tan honda como el océano. Y no solo tristeza; también había humillación y decepción. Hastío. Necesidad de algo nuevo. Todo eso estaba escondido en sus ojos.

El chico sintió la necesidad de llevársela muy lejos, donde pudiera olvidar todo lo que le hacía daño. Sin saber por qué, quería cogerle la mano, bajarle el vestido y decirle que todo iba a salir bien. De verdad. Pero en vez de eso, se apartó para dejarla pasar. No era el tipo de chico que hacía esas cosas. Nunca lo había sido. Nadie le había enseñado a correr detrás de alguien, a pedirle que se quedara un rato. Así que, simplemente, se apartó.

Ella parpadeó y sacudió la cabeza levemente antes de pasar como una exhalación junto a él y salir por la puerta, dejándola abierta de par en par.
Él se quedó unos segundos inmóvil. Habría jurado que, de alguna manera, haberse apartado sin decir nada había herido a la chica aún más. Había corroborado algo que ya sabía, aunque le doliera hacerlo.

Subió las escaleras, lentamente, hacia su piso, pensando que no había hecho feliz a una persona en toda su vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya extrañaba leerte, y tus dibujos y tus poderes sex... mentales. RAWR.