20111210

-Yo... yo confío en él.
-¿De verdad? –Ceniza sonríe pero sus ojos son duros como la roca.
-Sí. Sí. Sí, joder.
-Imposible, cariño. Porque el Turco no es de los que luchan. En realidad ninguno lo es. Ya no quedan héroes. Él grita si le dices que grite. Salta si le dices que salte. Sangra si le dices que sangre. Pero no se quedará a salvarte la vida si se lo pides con lágrimas en esos ojos que tienes y la voz rota de tanto gritar. Se irá, porque es así. Porque él solo hace lo que le han enseñado, se sabe la teoría pero no la práctica. Le han enseñado a cargar una ametralladora, sabe como manejar un puñal...
-... Pero no entiende lo que significa arder por alguien, ¿es eso? –ella sonríe.
-Es eso, cariño.
-Entonces, Ceniza, entonces le alcanzaré. Me tragaré las lágrimas y la voz y me levantaré aunque tenga agujeros de bala en los brazos y en las piernas, aunque las costillas se me quiebren y aunque esos cabrones Conquistadores me hayan maldecido mil veces.

Y, cuando lleguen, ya nos habremos ido.

No hay comentarios: