-Vamos, Den, dime algo que nunca pueda olvidar.
Sonreía tanto que me puse a pensar en serio.
-Es a ti a quien se le dan bien estas cosas. Ya sabes, tú eres la poeta aquí.
Hizo un ademán condescendiente y me miró fijamente. Tragué saliva; ella esperaba.
-Ojalá pudiera explicarte.
-¿Explicarme?
-Haces tanto, dices tanto, sientes tanto... A veces tengo la sensación de que estás tan llena de ti que no hay espacio para lo que yo vaya a decir, así que tampoco es que vaya a molestarme en hacer algo así. Seguro que lo olvidas de todas formas -sonreí-. Creo que te odio un poco por eso, Sigrid.
Rió como un hada; terrible, perfecta.
-Me has explicado perfectamente. Y, de verdad, no me voy a romper -ladeó la cabeza, chispeante-. Tampoco soy especial. No voy a olvidar esto.
Me encogí de hombros.
Susurró:
-Así que me odias, ¿eh? Eso está bien, Den. Muy bien.
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